Privatización de servicios sociales

La continua cruzada en pos de la privatización de los diferentes servicios sociales llevada a cabo por los grandes adalides de la libertad de mercado y en pos de un mejor servicio a la par que precio derivado de la competencia entre los distintos ofertantes de los mismos, lleva a la degeneración tanto del servicio en si como de quienes resultan beneficiados o quienes les contratan.
Estos servicios han sido independizados principalmente como carga familiar tanto económicamente como en lo que a disponibilidad se refiere, y mas específicamente como carga de trabajo primordialmente a la mujer en tanto en cuanto ha sido tradicionalmente la encargada tanto de las labores propias de la reproducción de la fuerza de trabajo como de la atención y mantenimiento tanto de niñ@s como de ancian@s y desvalid@s.
En parte ha sido así debido a la actitud de las mujeres en cuanto a su situación de explotación y el posicionamiento de las familias en cuanto a sus posibilidades económicas de mantener estos servicios ofertados gratuitamente, sin obviar que si finalmente se ha llevado a cabo ha sido por el interés del capital en una nueva forma de explotación y de obtención de beneficios.
Por una parte esta “liberación” de una parte del trabajo de reproducción (dejemos de llamarlo domestico, ya que lo que realmente reproduce es la fuerza de trabajo necesaria para continuar la producción) que continua impagado, conlleva el traspaso de esa parte de explotación a otros niveles. Bien sean inmigrantes con o sin papeles o una autoexplotacion mayor para poder pagar esos servicios ahora privatizados.
El Estado se mantiene al margen para mantener la privatización al máximo nivel posible. Pero la privatización conlleva la máxima del beneficio y la productividad, indiferentemente de que se trate de producción de tornillos o de servicios de atención a mayores.
Por tanto resulta invariable la premisa de mínimo costo, máximo beneficio. Recortes en todos los campos posibles para poder elevar al máximo los beneficios.
De aquellos barros, estos lodos. Denuncias de malos tratos, vejaciones, humillaciones, personal no cualificado, trato inhumano…las mil y una virtudes del libre mercado.